martes, 4 de junio de 2013

UNIDOS, UNIDOS...

Por Hna. Florencia
Meditaba en la tan conocida historia de “La torre de Babel”, y podía ver como aquellos hombres con un pensamiento “unánime”, soberbio, buscando ser de renombre, hacer historia y “llegar al cielo por sus propios medios”, estaban convencidos de que podrían llevar a cabo su objetivo; y bien, comenzaron su obra. Pero he aquí que viendo El Señor lo que hacían y conociendo la intención de su corazón, confundió su lenguaje, que hasta ese momento era único, y de esta manera los esparció, (desparramó, para lo cual separó, dividió), sobre la faz de la tierra. (Génesis 11:1-9).
Mientras leía esto vino a mi mente el pasaje de los Hechos en dónde el Espíritu Santo desciende, como El Señor lo había prometido a sus discípulos, y otra vez hay un accionar en el lenguaje humano.
Inmediatamente vino a mi corazón: MI DIOS SOBERANO, DIOS DE LENGUAS, QUIEN DOMINA TODO LO QUE EXISTE!!! Pero había algo más que mi corazón deseaba entender y pedí al Señor que me mostrara la enseñanza…
En la noche mientras estábamos en la reunión, comenzamos a cantar una canción que dice: “…unidos, unidos, en tu nombre unidos. Tu gloria mi Señor, aquí resplandecerá, tu iglesia se llenará de tu amor y tu paz…”; y en estas palabras, la respuesta de mi Señor…
Dice la palabra: Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? (Hechos 2:1-12).
Y mientras algunos pensaban que estaban borrachos, Pedro da un discurso con el que se convierten y bautizan como tres mil personas, (Hechos 2:14-41).
Pude ver en este pasaje como nuestro Señor que dividió un pueblo una vez a partir de confundir su lenguaje; aquí, provee nuevamente distintas lenguas ante personas de distintos orígenes para que estos pudieran escuchar sus profecías, (Hechos 2:16-18); es decir que esto, que en un momento de la historia fue usado para confundir y dividir, hoy era usado para el entendimiento de muchos; y luego, con el discurso de Pedro tres mil convertidos.
Me llama mucho la atención el hecho de que este pasaje comienza y termina de la misma manera:
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. (Hechos 2.1).
Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. (Hechos 2:46-47).
Con todo esto, mientras cantábamos la canción que antes mencioné, pude entender que si aún nos mantenemos juntos es únicamente para la gloria de nuestro Señor Jesucristo, y que mientras nuestro sentir de unidad siga siendo éste, su gloria, continuaremos igual. Pero también entendí, y por muy seguro, que el día en que una mínima intensión o deseo humano de querer ser algo esté en nuestro corazón el Señor nos esparcirá y seremos parte de Babel.
Ya vemos lo que ocurrió con la religión que al igual que aquellos hombres, tratando de llegar al cielo por sus propios medios, querer tener un nombre, ser alguien, fueron confundidos en su lenguaje hablando cada uno como bien le parece y confundiendo a muchos; y aunque hoy estén intentando, según un plan diabólico llamado ecumenismo, sobrepasar la soberanía de Dios, sabemos cual es su fin.
Y esto fue lo que el Señor me enseñó, que mientras nuestro objetivo sea SU GLORIA, el nos mantendrá unidos; y como dice esta canción, su gloria permanecerá en esta unidad y seremos llenos de la paz y el amor de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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